50 aniversario de 'Lío en los grandes almacenes'


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Cincuenta años han transcurrido desde el estreno en nuestro país de Lío en los grandes almacenes (Who’s Minding the Store?, 1963, Frank Tashlin), el 21 de diciembre de 1964. En todo este tiempo, se ha convertido en una de las películas más recordadas de Jerry Lewis. Con escenas míticas como la de la máquina de escribir, ha hecho las delicias de muchas generaciones de cinéfilos. En mi caso, es una de las comedias que más me ha hecho reír y que sigo viendo, por el puro placer de recordar mis secuencias preferidas, es decir, todas. Con el paso de los años, su representación del divertido descontrol que se origina en unos almacenes, me parece cada vez más lúcida y atemporal. Del mismo modo, sus diálogos, se han instalado en mi personal sección gourmet, justo en el sitio donde ésta y muchas otras comedias, merecen estar.

Bienvenidos a los almacenes Tuttle



Sr. Quimby: Necesitamos jóvenes inteligentes y modestos. Hombres que empiecen en esta profesión, desde abajo.
Norman Phiffier: ¿Me destinará a la primera planta?


Un dúo en la cumbre


Precisamente estos frenéticos almacenes, sirvieron para combinar los talentos de dos grandes artistas como Jerry Lewis y el director Frank Tashlin, en el cenit de sus respectivas carreras cinematográficas. Esta cinta fue su penúltima colaboración, de un total de ocho films. 

La aparición de este último en la carrera de Lewis, llegó en un momento clave. En plena decadencia de la exitosa pareja formada por Dean Martin y Jerry Lewis, los dirigió en la fantástica Artistas y modelos (Artists and Models, 1955) y en Loco por Anita (Hollywood or Bust, 1956), la última del dúo cómico. Posteriormente, con dos películas consecutivas, Yo soy el padre y la madre (Rock-a-Bye Baby, 1958) y Tú, Kimi y yo (The Geisha Boy, 1958), su asociación creativa con Lewis, se hizo más estrecha y fructífera, pues ambas fueron grandes éxitos de recaudación. Todas estas colaboraciones cimentaron también la transición de Lewis hacia la dirección. Ya consagrado como una de las estrellas más taquilleras del momento, la Paramount le concedió carta blanca para desplegar su talento. El año 1963 marcó un antes y un después en su carrera, al estrenar –además de la película que nos ocupa– la que sería una de sus cintas más aclamadas: El profesor chiflado (The Nutty Professor, Jerry Lewis), su cuarta película como director y guionista.


Frank Tashlin y Jerry Lewis en el set de Yo soy el padre y la madre
Imagen vía The Red List.

Para Frank Tashlin, supuso una etapa de estabilidad y de éxito comercial en la Paramount. Después de su arranque profesional en el mundo de la animación(1) –como en el caso del director Gregory La Cava– y un período de transición hacia el cine, llegó a la cima de popularidad con sus trabajos con Lewis. En esta película, Tashlin, también en calidad de guionista –junto con Harry Tugend–, recoge el testigo de las fantásticas comedias de Preston Sturges, en lo que a construcción de gags se refiere y encauza una manera muy particular de narrar en el cine. Sin duda, como influencia de su etapa como animador, su estilo incorpora una serie de escenas cómicas que a menudo contravienen toda ley física y el uso constante de la elipsis. Todo ello produce una sensación de descontrol y de exageración, que Tashlin utiliza en favor de la trama y de la mordacidad.


Frank Tashlin drawing
Frank Tashlin dibujando en su estudio.
Imagen vía Ethan De Seife

En comparación con las comedias de la época, de Blake Edwards, Richard Quine o Stanley Donen, “quizá sea Tashlin, diez años mayor, el que se muestra más ácido y menos sentimental, más mordaz y menos emotivo, en su acercamiento a una determinada realidad social cuyos referentes, por el contrario, se hallan ausentes en el cine de los anteriores.”(2) Estos referentes toman como punto de partida, la emergente cultura popular –el cómic, la televisión o el rock and roll– y se centran en las mundanas fijaciones del americano medio, para resaltar las estridencias y frustraciones de una sociedad en pleno auge económico y social. En el film encontramos algunos ejemplos de tales referentes, particularmente aquéllos que sirven para parodiar el mundo de la televisión. Es el caso del drama hospitalario Ben Casey (1961-1966, James E. Moser)(3), cuyo protagonista, interpretado por Vince Edwards, resolvía cada escena con la misma cara de ripio. Fue objeto de burla por parte de muchos columnistas en su momento y, en el film, es el propio Lewis el que lo caricaturiza, en la escena que comparte con el perro Bosley. No contento con este guiño, Jerry Lewis llegó a escribir, dirigir y actuar en un capítulo de la entonces popular serie(4). Un ejemplo más del incomparable alcance del talento de este audaz creador.

Norman Phiffier: No temas, Bosley. Los actores de la televisión nunca mueren y a ese doctor no le matarán a pesar de lo que ha hecho, porque tiene que actuar la semana que viene. El paciente sí es posible que muera, pero de eso nadie se enterará. ¿Sabes qué dirán? Que el viejo Ben le ha curado. Ese que está tan serio detrás de la máscara es Ben, nunca sonríe.

Lío en los grandes almacenes y Ben Casey.
A la izquierda, la escena en la que Jerry Lewis realiza una parodia de la serie Ben Casey.
A la derecha, una escena de la serie protagonizada por Vince Edwards y Sam Jaffe.

Anécdotas aparte, otro aspecto esencial de la sátira de Tashlin, presente también en Lío en los grandes almacenes, es la desestabilización de los sexos y de los roles de género. Mientras que el masculino es despojado de sus principales atributos, el femenino los encuentra absolutamente potenciados. La figura masculina sale sensiblemente peor parada en un retrato, en general, poco alentador sobre un género humano obnubilado y enfrascado en el consumo. Resulta imposible no acordarse de la gran escena en la que el presidente de los almacenes Tuttle –interpretado por John McGiver– descubre los retratos de “los verdaderos presidentes”: las herederas Tuttle, con Agnes Moorehead a la cabeza. La imagen es demoledora.


Cinemagraph of Who's Minding the Store
























De sus películas se desprende, no obstante, la siempre esperanzadora intención de reírse de uno mismo y de exponer, mediante un relato fabulado, las consecuencias de una sociedad demasiado permeable a los medios de comunicación. La verdad es que, aunque hayan transcurrido cincuenta años, el mundo que describen Lewis y Tashlin, no dista mucho del que nos rodea.


Un entorno hostil


Uno de los grandes aciertos del film, es el hecho de estar ambientado en unos grandes almacenes. Este escenario, tan reconocible por el público, transforma sus chistes visuales en tremendas sátiras contemporáneas, en un irónico retrato de la sociedad de consumo de la época

Lío en los grandes almacenes resulta uno de los máximos exponentes del cambio de hábitos de consumo que se vivió en la década de los sesenta, así como del incremento de la publicidad en las películas y en los cines. Después la Segunda Guerra Mundial se inició un período de crecimiento económico, hasta entonces nunca alcanzado. En consecuencia, la demanda se disparó y la publicidad incrementó su radio de influencia. El auge de la televisión, propició también el aumento de los anuncios, primero en la pequeña pantalla y posteriormente en el cine. El paso siguiente fue el product placement o la inserción de productos o marcas en la propia ficción, que no tardó en ser una práctica común. Todo ello queda reflejado en esta cinta, que contó con el respaldo de muchas marcas, entre las que destacan Honda, RCA Whirlpool, Browning Arms o la marca de aspiradoras Hoover. 


Ejemplo de product placement en Lío en los grandes almacenes
Ejemplo de product placement en Lío en los grandes almacenes.

Cada uno de estos productos tiene, junto con el magnífico elenco de personajes secundarios, un papel destacado en el film. No sólo forman parte del decorado, sino que son el germen del caos y la clave de muchas escenas de la película. En uno de sus característicos papeles, Jerry Lewis es el joven dispuesto, inadaptado y desafortunado que debe salir al paso cuando los elementos están en su contra. Desde una máquina de golf hasta una simple aspiradora, los aparatos se amotinan e incrementan poderosamente sus funciones, para mayor asombro de Norman y para mayor disfrute del espectador. Y es que estos objetos son, en definitiva, una extensión de la sociedad, de su cuestionable moral, de sus férreos estamentos y de su voluntad de homologar a todo individuo dentro ellos.




Se recoge, en cierto modo, el testigo de Tiempos modernos (Modern Times, 1936, Charlie Chaplin), pues también se intuye la concepción de que la máquina humilla y aliena al hombre. Una idea muy presente tanto en la filmografía pero, todavía más, en los fantásticos cuentos –escritos e ilustrados– del director Frank Tashlin, sobre los que hablaremos en próximos posts.

De todas las máquinas del film, no deja de resultar extraordinario que la más recordada sea precisamente la que no vemos. Me refiero a la escena –hoy ya convertida en clásico– con Jerry Lewis aporreando una invisible máquina de escribir, al compás de la melodía compuesta por Leroy Anderson. No importa cuantas veces la haya visto, tanto la música como la interpretación de Lewis me maravillan. Cuál fue mi sorpresa al descubrir que la escena suponía el perfeccionamiento de un gag creado por Lewis, ya en épocas de su asociación con Dean Martin. Por fortuna, se conserva una versión previa, realizada en The Colgate Comedy Hour (1950-1955) para la NBC.



Un legado inmortal


Al revisar las implicaciones y referencias de Lío en los grandes almacenes, uno se da cuenta de la tremenda influencia que tuvieron sus artífices tanto en el cine como en la televisión. Ser capaz de traducir los cambios sociales y económicos, así como el impacto de los nuevos medios, en divertidas y mordaces escenas cómicas es algo que está al alcance de muy pocos creadores. Una labor tan esencial que debería verse no como un arte olvidado, sino como una visión necesaria frente a los cambios y que obliga al espectador a reconocerse –a reírse y a censurarse–, sin por ello dejar de disfrutar del formidable espectáculo que se proyecta ante él. El legado de estas películas tiene, pues, un valor incalculable.

Con sus respectivas filmografías, han hecho las delicias de un sinnúmero de espectadores y marcaron poderosamente a cineastas como Joe Dante o John Waters, fans confesos de Tashlin. Su estilo abonaría el terreno para las comedias de Jim Abrahams y David y Jerry Zucker como Top Secret! (id, 1984) o Aterriza como puedas (Airplane!, 1980). Decir que Jerry Lewis y Frank Tashlin son dos grandes maestros del cine, no supone ninguna exageración, sobretodo en el caso de Lewis, de cuyas clases magistrales(5) fueron alumnos Steven Spielberg y George Lucas, entre otros. 

Esto no es todo, amigos.


Notas

(1) Frank Tashlin (1913-1972), dejó su huella en prácticamente todos los estudios que participaron de la llamada Edad Dorada de la animación norteamericana. Desde los modestos Van Beuren Studios asociados a la RKO, hasta los Columbia Pictures Screen Gem Studios, los Leon Schlesinger Studios –más tarde absorbidos por los Warner Bros. Cartoon Studios responsables de los míticos Looney Tunes–, y pasando incluso por la Disney, Tashlin hizo las veces de guionista, dibujante y director de cortometrajes animados.

(2) Cita extraída del libro Historia general del cine. Volumen X: Estados Unidos (1955-1975). América Latina. COSTA, J.; F. HEREDERO, C.; GOMERY, D.; GUBERN, R.; PARANAGUÁ, P. A.; TORREIRO, C. Madrid: Ediciones Cátedra, S. A. 1996. p. 126.


(3)  Serie de televisión norteamericana, competidora de la más recordada Dr. Kildare, que se emitió en la cadena ABC, desde 1961 hasta 1966. Estaba protagonizada por el actor Vince Edwards como el médico Ben Casey y por Sam Jaffe, en el papel de Dr. Zorba, su mentor y jefe de cirugía. Este último fue reemplazado por Franchot Tone, cuando abandonó la serie.

(4) El capítulo en cuestión se tituló A Little Fun to Match the Sorrow (Un poco de diversión para equiparar la tristeza) y propone la aparición del Dr. Green, encarnado por Jerry Lewis, cuyos métodos menos ortodoxos entran en conflicto los de Ben Casey. Podéis ver el capítulo (en su versión original) en la página de The Seventh Art.

(5)  Jerry Lewis dio una clase magistral sobre dirección de cine durante bastantes años en la USC (University of Southern California). En 1968 mostró a sus estudiantes el cortometraje escrito y dirigido por Spielberg, Amblin' (1968), con el que quedó asombrado. Podéis ver el film y leer las impresiones de Lewis en el blog de Scott W. Smith, Screenwriting from Iowa

2 comentarios :

  1. Tuve en su momento la fortuna de ver en la gran pantalla esta película. ¡Cuántos años han pasado! Fui al cine con mis padres y, aunque era pequeña, un detalle quedó grabado en mi mente: las carcajadas de mi padre. Nunca antes le había oído reírse de ese modo. Este magnífico post, me ha hecho revisar el film y he podido comprender el valor de un trabajo que, de una manera aparentemente trivial, hace una profunda crítica que aún podemos aplicar a la sociedad actual. Para mí ha sido un regalo, mayor aún al devolverme en estas Navidades el recuerdo de la risa de mi padre. ¡Gracias!

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    1. ¡Muchas gracias! Comentarios como éste, son un regalo también para mí.

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