La dimensión gótica de 'La soga'


La soga, Alfred Hitchcock, Cine Gratia Cinema


El universo de Alfred Hitchcock ofrece para muchos –entre los que me incluyo–, más de tres dimensiones. Como todo buen mago, su dominio de la percepción humana, nos conduce hacia la ilusión proyectada. Es el repetido visionado de sus películas, el que tal vez deja entrever otras facetas o elementos que pueden llamarnos la atención como parte de un fascinante entramado. Al menos, eso creo que fue lo que me pasó, al disfrutar de nuevo de La soga (Rope, 1948). Se menciona en el film, una antigua leyenda inglesa que presenta también un arcón, como un poderoso e inquietante receptáculo. Esa referencia es lo que me lleva a hablaros en clave gótica, para adentrarnos en una de las influencias literarias reinantes en el cine del maestro.


La literatura gótica 


Como hemos tratado con anterioridad, sus films están marcados, en mayor o menor grado, por la ambientación y la temática de estas narraciones. Este tipo de literatura que surgió a finales del siglo XVIII, gozó, ya desde sus inicios, de una enorme popularidad y éxito, especialmente en Inglaterra y Alemania. La locura, la pasión y lo sobrenatural dominaban estos efectistas relatos que rápidamente captaron a un público ávido de historias que se apartaran de todo aquello que podía resolver la razón(1). Éstas ponían énfasis en una atmósfera que recreaba, simbólicamente, la convulsión de la mente humana –nuestro mayor y más inquietante misterio–.

Sus numerosos rasgos definitorios están relacionados por la presencia de violentas yuxtaposiciones. Los conflictos entre pasado y presente, entre poder y debilidad o entre la realidad y lo sobrenatural, son algunos de los más representativos. El ser humano se encuentra en medio de semejante desequilibrio de fuerzas.

Otras características subrayan la sensación de aislamiento y miedo, así como la presencia de inquietantes obsesiones, figuras malignas y sucesos extraños. Unos escenarios claustrofóbicos y oscuros, como los castillos en ruinas, los paisajes sombríos o, trasladado al cine, las casas y mansiones especialmente lúgubres. Unos personajes, asediados por la tenebrosidad y el desasosiego, entre los que destacaban los carismáticos villanos –verdaderos protagonistas–, los caballeros, las heroínas en apuros y una serie de criaturas sobrenaturales como fantasmas, hombres lobo o vampiros.


Dracula, Bram Stoker
Portada de la primera edición de Drácula (1897) de Bram Stoker.
Imagen vía: The British Library


Con el paso del tiempo, sus autores más célebres como Bram Stoker, Mary Shelley o Edgar Allan Poe, renovaron el género. Su profundo arraigo en la cultura anglosajona ha propiciado que, periódicamente, haya sido revisitado y que haya impactado en el discurso y la iconografía de muchos creadores. En el caso de Alfred Hitchcock, la herencia recibida es significativa. Desde los ejemplos más evidentes, como las adaptaciones de novelas y relatos de Daphne Du Maurier, hasta las manifestaciones más soterradas. La soga da fe de esto último.


La rama de muérdago


The Mistletoe Bough o La rama de muérdago –también conocida como The Ballad of the Mistletoe Bride–, es una historia de fantasmas tradicionalmente contada por Navidad. Parte de la tradición oral inglesa, portadora de multitud de narraciones espeluznantes y responsable de su difusión y supervivencia. Aunque de orígenes inciertos, debido a su carácter popular, fue adaptada en forma de poema por Samuel Rogers en 1822 y, posteriormente, convertida por Thomas Haynes Bayly y Sir Henry Bishop, en una balada que hoy en día se sigue cantando y recitando.


La rama de muérdago (ilustración).
Ilustración de la leyenda La rama de muérdago.

La leyenda es mencionada en La soga, al poco de aparecer en escena James Stewart, que interpreta al profesor Rupert Cadell. Es el primero de los invitados en reparar en el inusual empleo de un viejo baúl como mesa de buffet para la macabra cena organizada por Phillip (Farley Granger) y Brandon (John Dall). Inmediatamente lo relaciona con aquellas historias contadas antes de dormir que tanto gustaban a Brandon, concretamente con La rama de muérdago. Tal y como nos cuentan, la leyenda tiene como protagonista a una novia que se esconde, el día de su boda, en un arcón. Desgraciadamente, queda encerrada en él y años más tarde, encuentran su esqueleto.

De este modo tan conciso, nos relatan una “encantadora” leyenda gótica que, en su versión más larga, nos habla de lo que aconteció a Lord Lovell y a su esposa el día de su boda. Ataviada con su vestido, ésta sugiere a todos que jueguen al escondite en la mansión en la que tiene lugar la celebración. En una de las habitaciones, ella se oculta en un viejo arcón de roble que, al cerrarse, queda sellado. El novio, su padre y el resto de invitados la buscan por toda la casa, sin éxito. Finalmente se la da por desaparecida. Treinta años más tarde, Lord Lovell, ya mayor, tiene una visión del fantasma de su novia desaparecida saliendo del arcón. Horrorizado, corre hacia la habitación, abre el arcón con ayuda de una palanca y descubre su esqueleto bajo su vestido de boda.

Existen algunas versiones cinematográficas de dicha leyenda, realizadas en forma de cortometrajes. La más antigua que se conserva, data del 1904. Recientemente restaurada por el Instituto de cine británico (BFI), la cinta supone una de las primeras adaptaciones, para la gran pantalla, de aquellas historias góticas de fantasmas tradicionalmente contadas o recitadas en época navideña. Como curiosidad, es preciso mencionar que, en esta producción muda, se utilizó la técnica de ilusionismo escénico que lleva el nombre del fantasma de Pepper(2) (Pepper’s Ghost Illusion). Popularizada durante el siglo XIX, consiste en la creación, mediante recursos ópticos, de etéreas y fantasmagóricas imágenes similares a los hologramas. Un truco tan antiguo como efectivo y que hará las delicias de vuestros más queridos invitados. No hay nada comparable a una velada amenizada por un fantasma de Pepper.


©BFI The Mistletoe Bough
Fotograma de La rama de muérdago (The Mistletoe Bough, 1904, Percy Stow),
en el que se aprecia la técnica del fantasma de Pepper.
Imagen via: ©BFI


No nos desviemos. En la cinta, Hitchcock trata los mitos y motivos de las narraciones góticas que han aterrorizado a generaciones y los traslada la realidad. Antaño leyendas, ahora son acontecimientos que pueden suceder en nuestro propio entorno. No en vano, el crimen mostrado en La soga se inspira, a su vez, en un crimen real.


“El crimen del siglo”


Así fue bautizado en 1924(3), el homicidio de Bobby Franks, a cargo de Richard Loeb y Nathan Leopold. Dos jóvenes acaudalados de Chicago que, fascinados por las teorías de Nietzsche sobre el “superhombre”, quisieron perpetrar el “crimen perfecto”. En una época y un escenario sazonados por la convulsa lucha contra los gángsters, su repercusión en los medios fue no menos escabrosa. La noticia sacudió el mundo entero.


Primera plana del periódico Chronicle and News publicado 10 de septiembre de 1924,
 con noticias del famoso juicio contra Leopold y Loeb.

El cine, como el resto de las artes, se nutre de todo aquello que afecta a la sociedad y un hecho de semejante resonancia fue, lógicamente, abordado en más de una ocasión. Aparte de La soga, el cine ha conocido otras dos versiones del suceso, con enfoques muy dispares. En 1959, fue la película Impulso criminal (Compulsion, Richard Fleischer), basada en la novela homónima de Meyer Levin, publicada en 1956. Predecesora de otras narraciones inspiradas en crímenes reales, como la célebre A sangre fría de Truman Capote (1959), esta novela ahonda en las motivaciones y personalidades de los dos perpetradores y se centra en el proceso judicial. En él, tuvo una fuerte presencia el abogado defensor de los delicuentes, en pos de la abolición de la pena capital. Un potente film interpretado por Orson Welles, Dean Stockwell y Bradford Dillman.

Compulsión (Swoon, 1992, Tom Kalin) es la más reciente y, quizás, la menos trascendente. Es también la única que mantiene los nombres originales de sus protagonistas y muestra abiertamente su compleja relación como amantes. Es éste el foco principal de una cinta que deja en un segundo plano, a diferencia de las anteriores, la reflexión sobre el aspecto intelectual de sus motivaciones.


Un componente clave


Al otro lado del Atlántico, el novelista y dramaturgo británico Patrick Hamilton, escribía en 1929 la obra teatral La soga. Creador, a su vez, de la influyente Luz de gas(4) (1938) –también adaptada al cine–, situaría la acción en Londres y añadiría a la trama un componente esencial: el arcón. Esencial como factor de suspense y como vestigio de la influencia gótica en su narración. No en vano, esta pieza de mobiliario, aparece en numerosos relatos y novelas góticas que, indudablemente, influenciaron a Hamilton. Su simbología alude directamente a la angustiosa idea de confinamiento y de maldades ocultas. 

Basta un único elemento para cambiar el tono y el tratamiento de una misma historia. Del mismo modo que el género negro, el gótico consta de una potente iconografía sobre la que pivota la trama. La filmografía del maestro del suspense está repleta de objetos simbólicos, de considerable protagonismo. Recordemos la importancia de la brújula en Náufragos (Lifeboat, 1944) o de las llaves en Crimen perfecto (Dial M for Murder, 1953). Sin embargo, el papel del viejo arcón en La soga destaca sobre el resto de sus films. En mi opinión, no se trata específicamente de un elemento vehicular o de un componente simbólico, sino que su peso en la trama es el de pared maestra de la tensión. Esa gran caja de Pandora, a punto de ser abierta en cualquier momento y convertir en realidad todas las polémicas disquisiciones anteriores, tanto de Phillip y Brandon como de Rupert Cadell.


Imagen del arcón, Alfred Hitchcock, Farley Granger, John Dall y un figurante durante los ensayos de La soga.

Destaca por su posición central e inamovible y también por su estilo, pues no deja de chocar que en un apartamento “moderno”, nos encontremos con un viejo baúl en el salón. Herencia, como apuntábamos, de la obra de teatro en la que se basa y reflejo de la tradición gótica inglesa. No olvidemos que en el texto de Patrick Hamilton, la velada transcurre en el Londres de finales de los años veinte, en el que un arcón en tal estancia debía resultar de lo más propio. Tal vez Hitchcock podría haber optado por la solución de Edgar Allan Poe en su cuento El corazón delator(5), aunque siquiera pensar en proponer un cambio en La soga es cuanto menos, una aberración y qué me dicen del glamour gótico de un arcón... Pues eso.

La obra fue adaptada, en primera instancia, por el actor Hume Cronyn y, posteriormente, por el guionista Arthur Laurents. Esa era la forma habitual en la que el cineasta solía trabajar el guión. Inicialmente acostumbraba a realizar un texto con el enfoque deseado y, a continuación, se añadían los diálogos. Según el propio guionista, traducir determinadas expresiones británicas, trasladar su férrea estructura de clases y soslayar el trasfondo homosexual de los diálogos originales fue una ardua tarea. Por si no fuera poco, Hitchcock y Laurents mantuvieron puntos de vista distintos en términos de cuál debía ser el foco de misterio de la trama. El guionista sugirió que el crimen nunca fuera mostrado, de modo que el público no supiera hasta el final si había, en efecto, un cadáver en el arcón. Una idea que Alfred Hitchcock no compartió pues, a mi parecer, le interesaban más las implicaciones del crimen y generar una tensión más profunda en el espectador, más allá del propio homicidio.

En mi caso, así fue. La soga siempre me ha resultado fascinante. Una de mis preferidas, junto con Encadenados (Notorious, 1946) –mencionada precisamente en este mismo film– o Psicosis (Psycho, 1960)por otros motivos. Más allá de su maestría técnica o sus formidables diálogos y, probablemente, por ser un reto personal de Hitchcock, siempre tuve la sensación de que la película aludía directamente al maestro. No sólo en su aproximación al cine o al ser humano, sino a su propio papel como director. El discurso y debate acerca de los pensamientos megalómanos de algunos de los personajes, me parecen un ejercicio de lucidez y cierta autocrítica, por parte de Hitchcock. Tales conceptos pudieron rondar en más de una ocasión su mente y, tal vez, La soga algo así como un "auto-recordatorio". Aunque su sabio sentido del humor es antídoto suficiente, nunca viene mal tenerlo presente. Todos enloquecemos a veces. ¿Ustedes no?


Notas

(1) La época de la Ilustración transcurrió desde el siglo XVII hasta la Revolución Francesa (1789) y se caracterizó por dar especial preeminencia a la razón. Como rechazo a esta etapa marcada por el dominio de la pasión, nació la novela gótica dentro movimiento conocido como Romanticismo.

(2) Fantasma de Pepper. Antigua técnica de ilusionismo, popularizada por John Henry Pepper (1821-1900) –de quién recibe el nombre– en el siglo XIX. Fue él, un químico inglés, el que consiguió realizar el truco a gran escala, encima de un escenario. En 1862, incluyó esta técnica en la representación de The Haunted Man de Charles Dickens. El truco consiste en colocar una lámina de cristal en un ángulo de 45º sobre el proscenio, con la platea a oscuras, de manera que no fuera visible. En el foso, con un potente foco, se encontraba la figura que aparecía reflejada. Más información en: Entertainment Designer (en inglés)

(3) 
"El crimen del siglo". También conocido como "el caso de Leopold y Loeb", tuvo lugar en Chicago en el año 1924. Dos ricos jóvenes universitarios secuestraron y asesinaron al adolescente Bobby Franks, para demostrar su supuesta superioridad intelectual. Su defensa corrió a cargo del abogado Clarence Darrow que un año después participaría en otro proceso célebre, el llamado "juicio del mono" o "juicio de Scopes", en el que un profesor de escuela secundaria, John Scopes, fue acusado de enseñar la teoría de la evolución de las especies de Charles Darwin. En oposición a la pena capital, el afamado abogado consiguió bajo petición de clemencia que fueran, en su lugar, la cadena perpetua.

(4) Luz de gas. Obra de teatro escrita por Patrick Hamilton y estrenada en 1938. Pieza de corte gótico que ha sido representada en infinidad de ocasiones, debido a su enorme popularidad. La obra fue adaptada al cine en el año 1944 a cargo de George Cukor y su éxito generó la expresión "hacer luz de gas" o intentar que una persona dude de su percepción de la realidad.

(5) El corazón delator (The Tell-Tale Heart). Obra escrita por Edgar Allan Poe y publicada en 1843. La historia, narrada en primera persona, presenta a un narrador obsesionado con el "ojo enfermo" del anciano con el que convive. Finalmente lo asfixia y esconde el cadáver bajo el suelo de la casa.

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