Grandes clásicos | 'Imitación a la vida' (1959)

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Espero que no hayan guardado los kleenex pues los van a necesitar para el clásico del que celebramos el 60 aniversario de su estreno esta semana. Imitación a la vida (Imitation of Life, 1959, Douglas Sirk) es uno de los gloriosos melodramas a manos del equipo formado por Douglas Sirk como director y Ross Hunter como productor. Juntos dieron vida a una serie de films, en su época reducidos a la etiqueta de “dramones” o “weepies” en inglés y que con el tiempo se han convertido en verdaderas obras de arte que han influenciado a numerosos directores contemporáneos. De todas esas producciones, la que hoy nos ocupa significa la última de esas colaboraciones y por ello adquiere un significado especial. En el post de hoy repasaremos aquellos rasgos que la convierten en una película única y ejemplo paradigmático del estilo visual y narrativo del emblemático cineasta Douglas Sirk. 


Ya desde sus títulos de crédito(1) –como vemos en la imagen superior–, adivinamos que bajo la apariencia que se nos muestra subyace algo mucho más complejo. Unas piedras preciosas, que por momentos caen como burbujas, parecen reflejar la banalidad y la artificialidad de una vida centrada en mantener una fachada. En esta época actual en la que las redes sociales actúan las veces de escaparates de esta "existencia adornada”, podemos encontrar no pocas similitudes con la película que nos presenta Sirk.


Lana Turner in Imitation of Life

Segundas versiones sí fueron buenas


Basada en una novela de Fannie Hurst publicada en 1933, Imitación a la vida tuvo su primera adaptación a la gran pantalla al año siguiente, a manos de otro gran director de melodramas, John M. Stahl y con Claudette Colbert como protagonista. La versión de Douglas Sirk es la segunda que se realizó y, para mí, la mejor. Existe una gran distancia entre ambos films, sobretodo a nivel de enfoque, de tratamiento y de estética. En realidad poco tienen que ver más allá de un hilo argumental similar. Los personajes tienen profesiones y motivaciones diferentes así como un desarrollo y tratamiento distintos.

En esta película eminentemente femenina, el romance y las relaciones con el sexo opuesto quedan en un segundo plano. Los personajes masculinos a cargo de John Gavin, Robert Alda y Dan O'Herlihy son meros espectadores. Son los vínculos madre-hija pero, sobretodo, la amistad entre Annie, encarnada por una sublime Juanita Moore y Lora –con la que Lana Turner realiza una auténtica "imitación de su vida"– la que nos muestra el afecto más sólido y genuino. Mientras que el resto de relaciones viven acercamientos y alejamientos, ellas dos permanecen unidas. Quizá por que las une la incapacidad de aceptar la realidad y su propia 'imitación' es muy difícil de asimilar por nadie más.


Lana Turner y Juanita Moore en Imitación a la vida.

El personaje de Lora en esta versión, en contraposición al de Bea(2) en el film anterior, supone el empeño ciego en conseguir un sueño que finalmente se torna en fuego fatuo. Sus aspiraciones por llegar a ser una actriz de éxito se materializan sólo para dejar entrever que, de hecho, es una mejor posición social, una mejor apariencia la que persigue. El suyo es un personaje impasible ante todo lo que se desmorona a su alrededor. Privilegiado por su posición social y el color de su piel y ejemplo claro de que tan importante es saber lo que quieres como saber el porqué lo quieres. ¿Es realmente algo que tú deseas o es algo deseable de cara a la sociedad? Una trampa difícil de eludir.

La versión de Sirk alude directamente a toda la controversia e hipocresía larvada en la historia original. La problemática racial y el conflicto existencial de Sarah Jane, enfrentada literalmente entre lo que aparenta y lo que es, tienen preeminencia en Imitación a la vida. Magníficamente interpretada por Susan Kohner, a pesar de ser de origen latino y no afroamericano como en el casting anterior, experimenta en primera persona todo el horror de una sociedad que juzga exclusivamente por la apariencia. 


Susan Kohner y Juanita Moore en una escena de Imitación a la vida.
Imagen vía A World of Film.

¿Y qué decir de Sandra Dee? Pues que suya es una de las mejores frases del film cuando, como Susie le recrimina a su madre Lora que deje de actuar ya. Bravo Sandra.


Un marco incomparable



Douglas Sirk, también como Alfred Hitchcock en un género distinto, consigue que la imagen por sí sola narre más allá del diálogo. La composición del encuadre, la importancia de los elementos que en él aparecen, el vestuario, el maquillaje y la iluminación son claves para reforzar el mensaje o la idea final que pretende transmitir. Nacido en Alemania y gran estudioso del arte, cimentó la base de su estilo narrativo y visual en el teatro con adaptaciones de Shakespeare, Molière o Brecht por las que obtuvo mucho éxito en su tiempo. Ya en Estados Unidos, su triunfo llegó de la mano de los estudios Universal y de sus colaboraciones con el fastuoso productor Ross Hunter.

Todas esas espléndidas colaboraciones, entre las que se encuentran joyas como Sublime Obsesión (Magnificent Obsession, 1954) o Escrito sobre el viento (Written on the Wind, 1956) –mi absoluta preferida–, tienen elementos en común y un sello visual que se repite. Hoy en día, estos rasgos son ya muy reconocidos entre los amantes del séptimo arte pero, como comentábamos al principio, no fue así en su época. Sin extendernos en lo que podría llevarnos a varios posts aparte, mencionaremos algunos de esos elementos que podemos identificar en Imitación a la vida.


Más espejos en Imitación a la vida.

En el "top ten" de Douglas Sirk está, sin lugar a dudas, el omnipresente recurso visual del espejo como metáfora del reflejo, de la apariencia, de la imagen que proyectamos frente a la que verdaderamente somos. Los encuadres, a su vez, gracias al enorme trabajo del director de fotografía Russell Metty, reflejan en todo momento la teatralidad y artificiosidad del entorno en el que se mueven los personajes. 

El uso turbulento del color y de la música especialmente para enfatizar la alienación social y la violencia. Aquí como en Escrito sobre el viento, aunque sin la misma intensidad ni carga erótica, vemos al personaje femenino más alienado bailando desenfrenadamente mientras el drama y la melodía suben varias octavas.  

La subversión del final feliz también es otro de sus rasgos distintivos pues en casi todas sus películas, no se produce abiertamente una conclusión que reconforte al espectador. Algo especialmente evidente con Imitación a la vida, en la que a pesar de terminar con una supuesta unión de los personajes, en el fondo sabemos que los problemas persisten y difícilmente superaran de un plumazo tan duros traumas. 

Tampoco nosotros superaremos fácilmente un film como este pero, como comento espero dedicarle al director alemán y a su "top ten" en un post especial. Por el momento, sin embargo, nos despedimos hasta el próximo post à la Sirk.  Es decir, con un portazo al alma y a las convenciones, eso sí, con mucho glamour. 




Notas

(1) títulos de crédito
Wayne Fitzgerald, sin acreditar, es el responsable de la creación de estos títulos de crédito que enlazan a la perfección con el motivo de la película. Este prolífico realizador trabajó durante más de 55 años de carrera con films que abarcan desde Confidencias a medianoche (Pillow Talk, 1959, Michael Gordon), hasta El graduado (The Graduate, 1967, Mike Nichols) o El club de los cinco (The Breakfast Club, 1985, John Hughes). Más información en Art of the title.

(2) Beatrice "Bea" Pullman
El personaje original de la novela de Fannie Hurst interpretado por Claudette Colbert en su primera adaptación cinematográfica.

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