Grandes clásicos | 'Mujercitas' (1949)



En el año en el que se estrenará otra nueva versión del clásico literario de Louisa May Alcott, se celebra también el 70 aniversario de la cuarta adaptación cinematográfica de Mujercitas (Little Women) protagonizada por June Allyson en el papel de Josephine March y con un estelar reparto que reunió a Janet Leigh, Elizabeth Taylor, Margaret O’Brien, Mary Astor, Peter Lawford, Rossano Brazzi o C. Aubrey Smith. Un relato universal y atemporal del que necesitamos su mensaje y su fuerza periódicamente. Esta fue la primera adaptación que vi y permaneció en mi memoria. Seguida muy de cerca por la estupenda versión de 1994 dirigida por Gillian Armstrong, puedo decir que Mujercitas (Little Women, 1949, Mervyn LeRoy) es mi adaptación preferida.

[...] Que luchen con los enemigos que todos llevamos dentro y se conquisten a sí mismas con tal fuerza que cuando yo vuelva a su lado, pueda sentirme más orgulloso que nunca de mis mujercitas.
– Robert March

Un magnífico ejemplo del cine de finales de los años cuarenta y del tremendo engranaje cinematográfico que representaban los estudios, en este caso la MGM. Un viaje lleno de afecto a la Nueva Inglaterra de finales del siglo XIX y al universo de las hermanas March, en su evolución de niñas a mujeres. Vista hoy en día y preparados para no dejar ni un kleenex seco, la película sigue siendo una delicia visual y emotiva, en la que vale la pena adentrarse con aquella mirada infantil en la que nos permitimos acceder sin reservas a la magia de nuestros sentimientos. 


Little Women - Cine Gratia Cinema
June Allyson como Jo March y Peter Lawford como Laurie en Mujercitas.


Versiones aparte


La primera adaptación de Mujercitas se produjo en la época del cine mudo en Inglaterra en 1917, a la que sucedió una versión norteamericana en 1918 de las que apenas quedan referencias. La tercera versión y una de las más recordadas para los aficionados al cine clásico fue la que protagonizó Katharine Hepburn como Jo March y tuvo en la dirección a su gran amigo George Cukor. La adaptación de Mervyn LeRoy recoge el guión, la música original y, en cierto modo, la interpretación de Josephine respecto a la versión anterior pues June Allyson, con su particular estilo revive el espíritu del personaje encarnado por Hepburn. Aunque debo decir que la “Jo” de Allyson siempre fue la mejor para mí.


June Allyson en Little Women


El casting de 1949 también en mi memoria es el que asociaré siempre a los personajes creados por Louisa May Alcott. Peter Lawford como Laurie, Mary Astor como Marmee, Elizabeth Taylor como Amy March o C. Aubrey Smith como Mr. Laurence, en su último papel, realizan interpretaciones ideales en mi opinión. Incluso prefiero a Margaret O’Brien como Beth –respecto a la versión de 1933–. En cierto modo, incluso visualmente –aunque la película transcurre en una época posterior– me parece revivir en ocasiones Cita en St. Louis (Meet Me in St. Louis, 1944, Vincente Minnelli) pues algunos de sus intérpretes coinciden en Mujercitas. Astor, O’Brien, Leon Ames o Harry Davenport también aparecen en el clásico del que hoy hablamos. Algo que adoro de estas películas es la posibilidad de ver caras familiares en cualquier producción, se convertían gente cercana de algún modo, actuación tras actuación.

Únicamente la versión de 1994, con un enfoque más realista y más fiel a la novela original consiguió crear una adaptación a la altura de este clásico de 1949. Cierto es que hay concesiones respecto a la historia de Alcott como la edad de Beth, el desarrollo de la riña del profesor Profesor Davis a Amy o el primer encuentro con Laurie pero, en conjunto, no dañan al argumento inicial y sirven para reforzar a los personajes. Y sí, el Profesor Bhaer es en realidad italiano pero esto era, es y será Hollywood.


Mervyn “toca-fibras” LeRoy  


Mervyn LeRoy fue uno de esos magníficos directores, instruidos en el arte de hacer películas a través del cine mudo y hechos a sí mismos. Sin haber acabado ni siquiera la educación primaria, poseía una sensibilidad, una genuina intuición y unos conocimientos sólo accesibles a través de la experiencia que le hacen merecedor, en mi opinión, del afectuoso apodo de “toca-fibras”. 


Mervyn LeRoy, Margaret O'Brien y Elizabeth Taylor durante el rodaje de Mujercitas.
Imagen vía IMdb.

Nacido en San Francisco en 1900, vivió de primera mano los efectos del devastador terremoto y posterior incendio de la ciudad de San Francisco en 1906 que dejó a su padre sin negocio y sin prácticamente nada. Empezó a trabajar a los 11 o 12 años de edad, vendiendo periódicos, con el sueño de formar parte del mundo del espectáculo y, más adelante, con dirigir películas como Cecil B. DeMille. ¡Y vaya si lo consiguió! Tras unos inicios como escritor de gags, asistente de cámara, de vestuario y hasta como actor, debutó como cineasta con la comedia romántica La frontera del amor (No Place To Go, 1927) con Mary Astor, precisamente, como protagonista. 

A lo largo de una ecléctica carrera que incluye un sinfín de grandes obras, su máxima siempre fue trabajar con buenas historias como algunos de sus contemporáneos que han aparecido en posts anteriores como William A. Wellman o John Ford. Desde Hampa dorada (Little Caesar, 1931), Soy un fugitivo (I Am a Fugitive from a Chain Gang, 1932), El mago de Oz (The Wizard of Oz, 1939) –en ésta como productor principalmente–, El puente de Waterloo (Waterloo Bridge, 1940), Senda prohibida (Johnny Eager, 1941), Niebla en el pasado (Random Harvest, 1942) o Quo Vadis (id, 1951), en la que se licenció ya como DeMille, demostró su maestría y su capacidad para acceder a la fibra sensible del espectador desde cualquier género.


June Allyson hace indicaciones a Mervyn LeRoy y el director de fotografía Robert H. Planck.
Imagen vía Onset.Shoton.What.

Se le conocía también por su buena relación con actrices y actores, de los que sabía captar su autenticidad, su verdadera esencia y trasladar sus sentimientos a la gran pantalla. Se le atribuye así el descubrimiento de Clark Gable, Robert Mitchum y Lana Turner. En décadas posteriores, sobretodo las de los años sesenta y setenta, en las que hubo una ruptura con el cine anterior, William Friedkin le hizo entrega del premio Irving G. Thalberg a toda su carrera con una emotiva presentación: “Como muchos de mi generación me crié con sus películas: Hampa dorada, Sed de escándalo, Soy un fugitivo, El caballero Adverse, El puente de Waterloo, De corazón a corazón, Niebla en el pasado, Madame Curie, Quo Vadis y.. Ah sí, El mago de Oz y paro aquí porque me han dicho que sea breve. Permitidme una valoración personal, casi más que cualquier otro, este director y productor se identifica no sólo con los guionistas o los técnicos de sus películas, se identifica plenamente con el público. Sin importar corrientes estilísticas, él hace películas sobre gente en la que crees, eso es todo. Es por ello por lo que el público ha adorado sus películas en todo el mundo.”   

Y es que no importa de la generación que seas, la capacidad para emocionar es universal y atemporal como apuntaba al principio del post. Es algo que permanece de las películas de Mervyn LeRoy y en particular de Mujercitas, en la que los sentimientos son el faro principal. El arte de LeRoy, de todo el casting, del vestuario de Walter Plunkett –del que hablaremos en sucesivos posts–, del maquillaje de Jack Dawn, de la dirección artística de Cedric Gibbons y de un muchos profesionales más de la Metro Goldwyn Mayer, es lo que quedará para siempre.



Os espero en próximo post. No dejéis de ver cine.



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