El amor en el cine de Buster Keaton

Después de una larga temporada sin publicar en el blog, quería escribir sobre Buster Keaton. La suya es una figura que admiro desde hace mucho tiempo y por diversas razones. Una de ellas, su particular visión sobre el amor en sus películas, se me presenta ahora como mucho más actual y vigente en muchos aspectos. De esto precisamente hablaremos en este post, centrándonos en las cintas más influyentes que el propio Keaton dirigió y escribió –tanto largometrajes como cortos–, durante la prolífica etapa que transcurrió desde 1920 hasta 1928. 

Orson Welles le describió como "el artista supremo" y una de las personas más bellas que han sido fotografiadas. Su influencia en el cine, cuando todavía era un medio sin explotar es innegable e increíble. Vistas hoy en día, sus películas siguen dejando boquiabierto al espectador al tiempo que siguen emocionando. Comparado antes, durante y después con su contemporáneo Charles Chaplin, en este post me gustaría desmarcarme de tal comparación para hablar paradójicamente de un aspecto que se acostumbra a destacar más en el cine de Chaplin que en el de Keaton. Véase, el amor. 



El amor como catalizador e impulsor

Las cintas de Buster Keaton, aunque diferentes entre sí, presentan similitudes tanto formalmente como en su contenido. Por lo que se refiere a su estructura narrativa, el inicio de sus films normalmente le lleva, en su papel más reconocible, a ser rechazado inicialmente bien por su amada o por los familiares de ella. Todo ello debido, frecuentemente, a algún malentendido o porque se le presupone un candidato lejos del ideal masculino imperante. Ante tales situaciones, tanto el desarrollo de la trama como su evolución como personaje, pasan por la forzosa necesidad de ponerse a prueba para demostrar así su valía. Todo ello siempre motivado por amor hacia su amada más que por convencionalismo social. En este proceso, casi siempre satisfactorio pero no exento de ironía además de comicidad, el desenlace supone la culminación del espíritu de Keaton frente a sus oponentes y la consecución por méritos propios de los afectos de su amada.  


Buster Keaton
Buster Keaton y Marceline Day en El cameraman (1928).
Imagen vía Doctor Macro.

A pesar de que los films de Keaton son, en primera y en última instancia, films cómicos, también en su mayor parte –sobre todo sus largometrajes– contienen los elementos básicos de una comedia romántica. Tal vez, dentro de las cintas que reflejan mejor esta cualidad, destaque El cameraman (The Cameraman, 1928, Edward Sedgwick, Buster Keaton). Esta fue la primera película que realizó para la Metro Goldwyn Mayer, dejando a un lado su condición de artista independiente. Él mismo llegaría a describir tal cambio profesional como "el mayor error de su carrera", aunque en sus primeras cintas, especialmente El cameraman, todavía consiguió conservar mucho del genio y de la sensibilidad que habían marcado su ascenso al Olimpo de los grandes cómicos del siglo XX.

En esta cinta prácticamente como en ninguna de sus anteriores, se suceden muchos momentos que reafirman el amor latente y el romanticismo entre la pareja protagonista formada por Buster y por la actriz Marceline Day. Aun cuando nos muestra su eterno rostro impasible, es capaz de transmitir y de enamorar a través de sus gestos, de su increíble domino corporal y de su mirada. Absolutamente insuperable. Para mí, además de un genial cineasta, también fue un magnífico actor.



En conjunto, en todas sus películas podemos describir todos los descalabros a los que se ve sometido su personaje como un camino de merecimiento repleto de sinsentido que solo tiene sentido, valga la redundancia, porque ello te acerca a una promesa de unión feliz. A la posibilidad de experimentar, en este mundo absurdo, una vida mejor


Un enfoque avanzado a su tiempo

Otra cualidad que se acentúa cuando ponemos el foco en sus producciones independientes –vistas desde la perspectiva de hoy en día– es su incontestable lucidez en la forma en la que es capaz de apuntar algunos de los principales males o dificultades del llamado 'mundo moderno' y nuestra incidencia en él. Una condición de visionario que recalcan la mayoría de autores que escriben sobre Keaton y que no por ser tan comúnmente aceptada, resulta menos impactante. 

Cualidad que, en temática amorosa, es más que evidente en una película como Tres edades (Three Ages, 1923, Edward F. Cline, Buster Keaton), su primer largometraje. Especialmente en su final en el que Keaton deja bien claro cuál cree que es la evolución natural de las parejas a través de la historia, desde la Edad de Piedra hasta sus días. Si en tiempos prehistóricos, los dos salen a pasear con su innumerable prole, la pareja moderna va solo acompañada de su perrito.


Buster Keaton Three Ages
Margaret Leahy y Buster Keaton en Tres edades (1923).
Imagen vía IMDb.


El amor te hace invencible

Aunque parezca inicialmente que me desvío en otra dirección, me gustaría hablaros ahora el magnífico e icónico número musical de Cantando bajo la lluvia (Singin' in the Rain, 1952, Gene Kelly, Stanley Donen). Y es que, en el cine, todos los caminos llevan a Buster.

Dicho número que exhibe una maravillosa explosión de sentimientos mientras Gene Kelly baila y canta bajo la lluvia, recuerda a otra preciosa escena de El cameraman en la que Buster se despide de la protagonista femenina, Sally. Como apunta Ben Model, historiador y pianista acompañante de cine mudo, en un vídeo específicamente dedicado a esta comparativa, ambas escenas evocan los mismos sentimientos y resulta cuanto menos curiosa la conexión y la evidente similitud entre ellas. Es más, el propio Buster apareció en el número final de la cinta The Hollywood Revue of 1929 (1929, Charles Reisner) en la que Cliff Edwards canta precisamente la canción Singin' in the Rain. Si la referencia es intencionada o no, nunca lo sabremos, pues sus directores no hablaron particularmente de ello. En cualquier caso, Buster Keaton se adelantó al usar la lluvia como poderoso escenario y símbolo de culminación romántica.


Marceline Day y Buster Keaton en El cameraman (1928).


En ambas películas además, se aprecia el poderoso efecto fortalecedor y motivador del amor. Tras el beso de la chica, ambos personajes –Buster y Don Lockwood– se olvidan por completo de la lluvia y caminan sin preocupación alguna, con un sentimiento inequívoco de invencibilidad. Tales virtudes del amor también están presentes en otras de sus maravillosas cintas como por ejemplo, en una de mis preferidas, El maquinista de La General (The General, 1926, Buster Keaton).

En el contexto de la guerra de Secesión (1861-1865), su personaje de Johnnie Gray el maquinista, aunque bienintencionado, en el momento de alistarse es considerado poco menos que como un inútil y es descartado. Su amada y la familia de ella lo achacan a su cobardía. Como apuntaba anteriormente, durante el transcurso de la película, el personaje de Buster luchará a brazo partido por recuperar su locomotora y los afectos de Annabelle Lee, al demostrar de lo que es capaz. Su intrínseca determinación y ese imponderable sentimiento llamado amor lo llevarán a salir victorioso de unos peligros que probablemente nunca se imaginó capaz de sortear por sí mismo


Buster Keaton en El maquinista de La General (1926).


El amor no se encuentra, se construye

El espléndido corto Una semana (One Week, 1920, Buster Keaton, Edward F. Cline) fue la primera producción cinematográfica independiente de Keaton que estrenó por cuenta propia. En él, la pareja de recién casados formada por Buster Keaton y la maravillosa Sybil Seely, reciben una casa de construcción tipo 'hágalo usted mismo' como regalo de bodas. Esta magnífica premisa da pie a algunos de los gags visuales más innovadores filmados hasta la fecha y por extensión de la historia del cine. Una semana no solo es asombrosa e increíblemente divertida, sino también uno de mis favoritas.


Sybil Seely y Buster Keaton en Una semana (1920).


Además, la cinta me parece la mejor metáfora visual de que en el cine de Buster Keaton, el amor se cultiva, se construye. Es como si para Keaton, el amor tuviera un enfoque más práctico y menos sentimental en este loco 'mundo moderno'. En este entorno, la relaciones de pareja se convierten en historias de asociación mutua. Unas relaciones que, cuando todo se derrumba –literalmente–, son la base sobre la que se puede seguir afrontando la vida, cooperando el uno con el otro, y perseguir la felicidad. Increíblemente perspicaz. Una vez más, tan adelantado a su tiempo y tan relevante hoy en día.

No es que la emoción o el sentimiento no estén presentes, sino todo lo contrario, ya que con las acrobacias de la película y los magníficos y precisos movimientos de Buster, este expresa su amor a través de sus acciones. En cierto modo, creo que Una semana puede interpretarse también como una metáfora de las primeras etapas de una pareja en la que la construcción de una casa y la construcción de una vida van de la mano.


Sybil Seely y Buster Keaton en Una semana (1920).
Imagen vía Tumblr.


Esta idea también la encuentro presente en La barca (The Boat, Edward F. Cline, Buster Keaton), estrenada un año después, en 1921. En ella, Buster ya está casado y tiene familia cuando comienza la acción. De nuevo Sybil Seely aparece en esta película y es una de mis favoritas, pero también lo son Marion Byron y Kathryn McGuire.

Desde este post también mi más sentido homenaje a todas ellas por su coraje, su aplomo y su talento en cada escena que compartieron.


Estamos en el mismo barco

Por último, para hablar de movimiento en los films de Buster Keaton, una constante y señal distintiva de su concepción del gag, debemos hablar de vehículos. Ya hemos mencionado el tren, ahora es el turno del barco. Y es que, como ya hemos comentado el movimiento es básico también si consideramos su cine desde la perspectiva de las relaciones de pareja. Basta considerar maravillosos largometrajes y cortos como Nido de amor (The Love Nest, 1923, Edward F. Cline, Buster Keaton), La barca –anteriormente mencionada–, El navegante (The Navigator, 1924, Donald Crisp, Buster Keaton) o El héroe del río (Steamboat Bill Jr., 1928, Charles Reisner, Buster Keaton), para darse cuenta de que en cuestiones del querer, estamos todos en el mismo barco.


Kathryn McGuire y Buster Keaton en El navegante (1924).


En El navegante, estrenada en 1924, un hombre y una mujer de la alta sociedad se encuentran solos y a la deriva en un gran transatlántico. Una divertida premisa para ver cómo se desenvuelven ambos en semejante escenario y cómo se desarrolla su incipiente –y necesaria– relación. Más allá de esta sinopsis, en definitiva, volvemos a contemplar los difíciles inicios de una pareja como ya hemos mencionado en Una semana.


Buster Keaton en El navegante (1924).


Además de arrancar carcajadas con el hecho de que estos dos personajes son sencillamente ineptos fuera de su privilegiada burbuja, volvemos a ver que, a pesar de que los roles estén diferenciados entre el hombre y la mujer, el caos y los obstáculos llaman a una comprensión y reconocimiento mutuo.

En ese sentido es muy divertida la escena en la que se dan cuenta de que están en el mismo barco pero no pueden encontrar exactamente dónde está el otro. Fantástico. Todo ello puede verse de nuevo como una manifestación de problemas a los que aún hoy en día nos enfrentamos como la mala comunicación, o la ausencia de ella, las presiones sociales, la alienación o, directamente, la dificultad para encontrarse en primera instancia.


Kathryn McGuire y Buster Keaton en El navegante (1924).


En este sentido, las películas de Keaton se han considerado como una respuesta al absurdo de la existencia moderna. Sus personajes invitan y luchan sin cesar contra un sinnúmero de obstáculos, en un mundo en el que tanto elementos físicos como ambientales parecen estar en su contra. En semejante caos, solo el amor nos mantiene a flote. Cursi, pero real.




Referencias

1. Keaton, Eleanor. Vance, Jeffrey. Buster Keaton Remembered. 2001. Harry N. Abrams Inc. Publishers.
Leer aquí.

2. Buster Keaton Interviews. Edited by Kevin W. Sweeney. 2007. University Press of Mississippi.
Leer más en Internet Archive.

1. Yenter, Timothy. Buster Keaton and the Puzzle of Love. 2015. University Press of Mississippi.
Leer aquí.



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