Para Stanley Donen

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Mi amor por el cine empieza literalmente gracias a una película del maravilloso director Stanley Donen. Fue Siete novias para siete hermanos (Seven Brides for Seven Brothers, 1954) la que abrió una puerta que nunca más se cerró. A él le debo el mayor regalo de todos: la capacidad de "escapar" a través de la fantasía, a través de la magia del cine. A todo color, con gracia, con entusiasmo, con fuerza, con esperanza, con nostalgia y con inocencia. Así me transportó Donen a un lugar mucho más real para mí en ocasiones que el mundo que me rodeaba. Puedo decir sin miedo a exagerar que sin sus películas mi infancia –y mi vida– no hubiera sido la misma. No quiero decir adiós, quiero decir gracias. Gracias, gracias, gracias. 



Gene Kelly, Stanley Donen y Jean Casto en la obra de Broadway Pal Joey.

Este jovencito de Columbia, Carolina del Sur, creció también fascinado por el cine y por los musicales. Así es que tras finalizar el instituto empezó a tomar clases de baile y al poco tiempo se trasladó a Nueva York para perseguir su sueño de formar parte de un espectáculo en Broadway. El destino quiso que ya en sus primeros papeles –menores eso sí– se topara con Gene Kelly, protagonista y fulgurante actor de la obra Pal Joey estrenada en 1940. Forjaron una gran amistad y una exitosa asociación durante la primera parte de la carrera de Donen y durante la etapa más triunfante de Kelly. 

Empezó como coreógrafo asistente y terminó codirigiendo algunos de las mejores películas del género musical de la historia del cine. La innovación y la voluntad de incluir los números musicales como vehículos argumentales y no como piezas separadas dentro de la narración fueron los mayores logros del tándem formado por Gene Kelly y Stanley Donen. Juntos concibieron y llevaron a la gran pantalla secuencias como la del Alter Ego en Las modelos (Cover Girl, 1944, Charles Vidor) o el maravilloso baile con el ratón Jerry en Levando anclas (Anchors Aweigh, 1945, George Sidney) en el que participaron los maestros de la animación Fred Quimby, William Hanna y Joseph Barbera. Eso sí las ideas para ambos números nacieron del ingenio de Donen.





Bendita asociación la de Kelly y Donen la que nos regaló Un día en Nueva York (On the Town, 1949), Siempre hace buen tiempo (It's Always Fair Weather, 1955) y la joya inmortal de Cantando bajo la lluvia (Singin' in the Rain, 1952). En ese período también consiguió éxitos en solitario con idéntico espíritu innovador como Bodas reales (Royal Wedding, 1951) con Fred Astaire en su famoso número bailando en el techo y la ya mencionada Siete novias para siete hermanos. ¿Quién podía llevar a la gran pantalla una historia sobre rudos montañeses que cantan y bailan y convertirla en un éxito? Stanley Donen. Suya fue también la formidable idea de atribuir a cada hermano un color diferente de camisa para que en la secuencia del baile el público los reconociese inmediatamente. Su vibrante uso del color es una de las señas de identidad de su cine. La idea fue, como digo, simplemente genial.





A partir de aquí llegarían sus otras espléndidas asociaciones con Audrey Hepburn con la que empezaría en otro fastuoso musical llamado Una cara con ángel (Funny Face, 1957) y continuaría con Charada (Charade, 1963) y Dos en la carretera (Two For the Road, 1967) con el también recientemente desaparecido Albert Finney. Estas dos últimas aunque ya muy alejadas del género que le encumbró, pues se tratan de un thriller y un drama en su mayor parte, pero persiste en ellas la voluntad de deslumbrar al espectador. Y el baile, en esta ocasión corre a cargo de la cámara y del montaje con la música de Henry Mancini en ambas como telón de fondo. Otras dos auténticas joyas de su filmografía.

Otra gran colaboración de Donen fue con el actor Cary Grant con el que conectó tan bien que llegó a formar una productora conjunta llamada Grandon Productions. Fruto de esta unión salieron las comedias Indiscreta (Indiscreet, 1958) con Ingrid Bergman y Página en blanco (The Grass Is Greener, 1960) con Deborah Kerr, Robert Mitchum y Jean Simmons. También compartió con Grant el triunfo comercial y de crítica de Charada que propició la realización de un thriller romántico similar con Gregory Peck y Sophia Loren llamado Arabesco (Arabesque, 1966) que resultó de nuevo un auténtico éxito de público.




Como curiosidad añadir que además de sus últimas producciones cinematográficas, Stanley Donen también produjo la gala de los Oscar del año 1986, dirigió un número musical para un episodio de la antológica serie Luz de Luna (Moonlighting, 1985-1989) y un videoclip para el cantante Lionel Richie replicando el baile de Fred Astaire en Bodas reales. Y es que continuó siendo un referente, especialmente para el género musical durante toda su vida.

Una carrera marcada por tan tremendas colaboraciones, Donen supo rodearse siempre de los mejores. Como en mi caso, sus películas han servido como introducción al cine a multitud de espectadores que estos días han recordado cómo fue ver por primera vez una cinta de Stanley Donen. Su filmografía está plagada de amor, romanticismo, arte, magia e imaginación; y es el mejor testimonio de las maravillas que puede crear el cine. Una vez más, gracias Stanley.



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